Lo dijo
Mallory cuando se le preguntó por su insistencia en ascender el Everest. La creo válida para cada uno de los proyectos y aspiraciones singulares, grupales...conocidas ó aún por descubrir, que son posibles por el empeño en llevarlas a cabo,...y también para aquellas personas, que se vuelven coherentes ante nuestros ojos,...normalmente pasado un tiempo . Las que aquí mostraré en forma de imágenes, son parte de mi historia personal .También añadiré algunos gustos y aficiones .

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jueves, 24 de febrero de 2011

La historia de los vascos en Terranova ....

....a través de la expedición Apaizac obeto !!!!!



Era el año 2006 cuando remaron mil millas (casi dos mil kilómetros) por las costas de Labrador y Terranova en una chalupa ballenera, vestidos con pieles de cabra, comiendo habas, queso y nueces, bebiendo sidra y acampando en playas, como los balleneros del siglo XVI. Cuando llegaron a puerto en la localidad costera de Port-aux-basques, en el extremo sur de Terranova , y desembarcaron, un canadiense curioso preguntó a estos remeros  de dónde eran y estos dijeron que vascos. ¿Vascos? El hombre se quedó de piedra. De pequeño había oído hablar en su casa de los vascos, los primeros hombres blancos que vinieron a este continente desde el otro lado del océano, pero él siempre había creído que se trataba de unos personajes mitológicos. No sabía que existieran de verdad.

Un diario local publicó la foto de los remeros de la asociación Albaola llegando a puerto con su chalupa, con el siguiente titular: "500 años después... los vascos".

El bertsolari y escritor Jon Maia, uno de los integrantes de aquella expedición, ha sido el encargado de dar sentido y coherencia a esta travesía y ésta ha cobrado forma definitiva en un documental que nos sirve para rememorar aquellas odiseas que los marinos vascos protagonizaron en el siglo XVI. 
Y si os entra curiosidad por conocer el motivo del nombre  de la expedición , os contaré algo más de la historia de la presencia de los vascos en aquella época y por aquellas tierras :  cuando el explorador francés Jacques Cartier descubrió en 1534 la desembocadura del río San Lorenzo y bautizó aquellas costas como Canadá, reclamó esos nuevos territorios -esa Terra Nova- para la Corona francesa y anotó en sus diarios un hallazgo peculiar: en aquellas aguas remotas encontró a mil vascos pescando bacalao. Nadie sabe muy bien desde cuándo estaban allí porque, al contrario que los exploradores ingleses, portugueses y franceses de la época, que proclamaban sus descubrimientos, los pescadores vascos guardaron en secreto aquel caladero.
Llegaron a aquellas costas en busca de bacalao pero pronto descubrieron un negocio mayor: las ballenas, cuyo aceite era el combustible más apreciado de la época, por el que se pagaban fortunas.  Y así comenzó la fiebre que revolucionó Terranova en el siglo XVI.

Todas las primaveras llegaban docenas de galeones vascos a Terranova, cientos de hombres desembarcaban en las playas, levantaban campamentos, almacenes, tonelerías y hornos para fundir la grasa de los cetáceos: fundaron la primera industria de la historia de América del Norte. Durante un siglo y medio capturaron 35.000 ballenas y dejaron restos hoy visitables de hornos, cabañas, cementerios de marineros muertos en cada campaña y también unos cuantos galeones hundidos.

En 1978, unos arqueólogos canadienses descubrieron en Red Bay el galeón San Juan, construido en Pasajes, hundido en 1565, el barco del siglo XVI mejor conservado del mundo. Y debajo de él, una de las chalupas que usaban para acercarse a las ballenas y cazarlas, que se encontraba casi completa.

Xabier Agote y los carpinteros de Albaola construyeron en Pasajes una réplica de esa chalupa con los mismos materiales y  técnicas que en el siglo XVI. Siete de ellos remaron durante varias semanas en esa chalupa por las costas atlánticas canadienses, en busca de la embarcación original, conservada en el museo de los balleneros de Red Bay, y visitaron a los descendientes de los mi'qmac, los nativos que formaron una sociedad amistosa con los vascos y trabajaron para ellos a cambio de pan y sidra. Entre locales y foráneos hablaban un pidgin, es decir, un lenguaje rudimentario que mezclaba el euskera y las lenguas locales. A los misioneros y comerciantes europeos que llegaban en esas épocas, los nativos les saludaban con el término adesquidex (del euskera adiskide: amigo). Utilizaban con ellos docenas de términos como bacailos (bakailao: bacalao), kessona (gizona: hombre) o atouray (atorra: camisa) y a todos los extranjeros los llamaban souriquois (zurikoa: los de blanco). Según relató Lope Martinez de Isasti en el siglo XVII, cuando a los micmaq se les preguntaba en euskera nola zaude (cómo estás ?), ellos respondían apaizac obeto (los curas mejor).

1 comentario:

Ander dijo...

Eh, amigo, ¿qué tal si citamos la procedencia de los textos copiados? Encantado de que te gusten, pero hombre, hombre...

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